domingo, 18 de noviembre de 2012

Psicología del transeúnte de masas


En las ciudades modernas, por no decir grandes amontonamientos inexplicables de gente, la múltiple diversidad de lugares en los cuales encontrarse a un conocido es increíble: en la fila del pago fácil, en la espera del semáforo, en la góndola de los productos de perfumería del súper, en algún vagón o interno del transporte público, en el escritorio de reclamos de las compañías de servicios telefónicos y hasta a veces te los topás en la vereda del banco. Es decir, menos mal que uno nunca anda haciendo cosas reprobables, tales como pasear en horario laboral o explorando las vidrieras cuando deberíamos estar cumpliendo con nuestros deberes... En fin, sigamos.
Si este conocido ya ocupa un lugar en nuestra rutina, es fácil entablar alguna conversación, algún comentario, tal vez alguna mención a personas conocidas en común. Pero si el rostro solo nos es vagamente conocido y además, lo vemos sacado del contexto en que sí es posible su rápido reconocimiento, pueden ocurrir confusiones lastimosas y a veces dolorosas... Es por demás común decirle un nombre que no es y confundirlo con su primo o directamente pensar que es el portero cuando en realidad es el marido de una compañera de trabajo. De ahí al ridículo, cuando no a la directa metida de pata hasta el cuadril hay una centésima de segundo. En esos encuentros salen a relucir nuestros dotes de memoriosos y relacionistas, asociando parientes, recordando jefes o lisa y llanamente mintiendo acerca de cómo nos acordamos de la cena en que su sobrino se cayó de la silla. A su vez, la conversación suele ocurrir a voz en cuello por lo que se suelen recibir extraños aportes del resto de los paseantes, cosa nada agradable por cierto.
Mucha gente de los pueblos pequeños tiene la fantasía de pasear por una ciudad cosmopolita donde nadie los conozca, pasear sin tener que ir saludando a todos y asumir el anonimato de la masa, nii hablar de aquellos que salen de la mano con una pareja que no es la señora con la que dieron el "si" frente al gordo de túnica blanca y no quieren ser interrumpidos por un encuentro incómodo. Pero estas historias siempre terminan de la misma forma: siempre habrá alguien que comente: ¿A que no sabés con quién me encontré?

10 comentarios:

  1. Ay, la de veces que me equivoqué de personas conocidas en desconocidas.
    Hasta que decidí no ver.
    Un abrazo.

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  2. Resulta que cuando uno vive en un pueblo chico, fantasea con llegar a Buenos Aires para no encontrarse con nadie por las calles, y resulta que casas más, casas menos, es igualito a mi Santiago.

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  3. Puta! y yo me quiero ir a vivir a un pueblo perdido en el medio de la nada para que no me june nadie. Así no se puede tener un tentempié porque te saludan todos o yo me los encuentro a todos, lo que es decididamente peor y para colmos no tengo memoria con los nombres.
    Saludos de transeúnte desmemoriada van

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  4. mirá, teniendo en cuenta mi despiste natural, opté por no saludar a nadie que no tenga super reconocido y me hago cargo de pasar por mal educada


    beso

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  5. Lo importante durante esos encuentros es mantener la calma, y arrancar con un "¿Cómo andaaaaas? ¿La familia? ¿Vos bien? Qué casualidadddd"
    Con eso ya se gana tiempo suficiente como para ir desculando quien carajo es y que relación tiene con nosotros. Caso contrario, amerita un "mirá, disculpame, estoy a las corridas, llego tarde". Y ponemos primera

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  6. Los que me conocen desde hace tiempo saben lo volado que soy, los que todavía no, bueno, ya se van a acostumbrar.
    Saludos

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  7. También está la vida con el vecino de departamento con el que jamás te cruzás. Yo estoy pensando en salir de la ciudad, otros en entrar.....asi somos. Un gran abrazo!

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  8. Es curioso. hace ya mucho tiempo que por la calle no me encuentro con nadie, estaba pensando. Seguro que después de leer este verídico post me sucede lo que no me ocurrió nunca.

    Un placer la visita.

    Un saludo.

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  9. Ah si, no me diga que ud no pasea en horario laboral, salga ... .
    Aun en ciudades que no son las propias uno se termina encontrando con algún conocido, no te dan paz jajaja!
    Un abrazo

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  10. Esta podría ser una de las ventajas de las grandes ciudades, la aglomeración favorece el desconocimiento, cierto descuido y falta de precisión, sin embargo en un pueblo es más difícil acogerse a esta enmienda...

    Un abrazo

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