miércoles, 30 de octubre de 2013

Delirio matinal

Estoy muy cansada. Quisiera hoy un buen masaje y morirme hasta mañana. No, mejor por una semana. O vacaciones, pero me van a descontar los días. Mejor, desaparezco y digo, no sé, que se murió un pariente o que me abdujeron unos aliens exploradores. Y este idiota del 2º que se empeña en hacer bifes a la plancha a las 4 de la tarde… Mejor me voy a lo de la Pato a ver si sabe algo del primo. ¡Es que olía tan bien esa colonia (tengo que averiguar la marca, para regalarla) que tenía puesta! No es que fuera tan lindo, pero bueno, hay que pasar el invierno, dicen. Un buen baño me vendría bien, ponerme una loción fresca, algo relajante. Ese champú de ortigas que olvidó el último incauto es su mejor recuerdo, huele a verde, a pradera, porque lo que era él, uff, olía a guerrero cobarde, a esclavo traidor, a letrina de baño público. Bueno, exagero, pero más o menos… Me tomo un taxi, todos huelen igual, a ese olor de desodorante de auto mezcla con desinfectante, algunos de limón, otros de pino, da igual, todos me ponen de mal humor. ¿Será que en verdad necesito un masaje? Menos mal que el taxista no intentó darme charla porque me tiraba del coche; le pagué con un billete sucio, me olí las manos y aún estaba ahí ese hedor de múltiples manos e inmundos bolsillos, gracias que traigo este gel antibacterial, que me quedó en el fondo de la cartera del invierno pasado, por lo de la gripe. Me bajé y me asaltó un tufo rancio de cloacas y desagües, maldita sea, ¡quiero un mate! Y sin embargo, esta perra no está en la casa. Le dije que me esperara, qué clase de amiga es, la voy a llamar… No, mejor me meto en este salón de belleza, tal vez ese masaje deseado con cremas frescas y aromas suaves me despejen la mente y el cuerpo. Ah! Jazmines, arándanos, azahares… Me está agarrando una modorra, me duermo… ¡Qué placer!