jueves, 10 de abril de 2014

Fin y principio en velocidad

De pronto, el viento que golpeaba su rostro le hizo sentir una inesperada, desconocida sensación de liberación de esas trampas que lo atenazaban todo el tiempo. Ya los gritos de su hermana pidiéndole plata, los ruegos de su madre para que se consiga un mejor trabajo y crezca y los desplantes de Laura no le parecieron tan insuperables. De ahora en más, los problemas los tendrían que solucionar ellos.
La velocidad en el rostro le despejó aún más sus pensamientos; ahora estaba claro que huía de esa vida que había construido a costa de sus propios sacrificios y modelada y diseñada por extraños que decían interesarse por él. El pelo largo que tantos reproches le había valido por parte de su padre, alimentando sus infinitos prejuicios y sus hirientes comentarios, se tensaba tras su cabeza tironeado por la fuerza del viento.
Imprevistamente, un grito le brotó por la garganta, se fue agrandando a medida que avanzaba hacia afuera y se potenció en su paso sobre la lengua. Desde afuera parecía un grito de terror pero bien sabía él que era un grito de libertad, la contraseña que todos saben y que nadie usa. Se sintió poderoso, capaz de todo y entornando los ojos se sumergió aún más en la velocidad.
Allí encontró que lo que siempre había sospechado, lo que nunca había podido ver con claridad, ahora se le presentaba sencillo, incluso hasta obvio. Desdeñó lo trivial y frunció el ceño menos de un instante por algo que le pareció importante: ¿quién le daría de comer a Chester, su gatito?.
Pero incluso esta cuestión dejó de tener importancia en el momento en que su frente se estrelló contra la vereda.

4 comentarios:

  1. Bien hecho. Bueno, es decir, bien dicho.
    Pero hágame un favor: ni se le ocurra, sí?
    Abrazos!!!

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  2. Agustín, no te preocupes, no se me ocurriría ni en chiste, es que me quiero mucho y no voy a andar estropeando semejante materia prima, jaja!
    Pura imaginación y ficción!
    Abrazos!!

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  3. me alegra saber de su ficción, pues el gato quizá fuera el que tuviera menos culpa de todo

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  4. Y sí, la claridad suele llegar siempre demasiado tarde. Otra forma de obtenerla, además de la velocidad, es quedándose muy quieto. Casi inmóvil. Sin siquiera darle de comer al gato.

    Muy bueno lo suyo.


    Un saludo.

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